En enero de 1692 se inició en la localidad norteamericana de Salem (cercana a Boston) un juicio contra varios de sus vecinos acusados de practicar brujería.
La denuncia se inició cuando dos niñas, de 9 y 11 años de edad, comenzaron a sufrir convulsiones y espasmos. Entre sollozos afirmaron haber sido embrujadas por mujeres de la localidad que de noche creaban dobles de sí mismas. El juez local les creyó y así se inició una investigación que sumió a la ciudad en un clima de histeria colectiva, surgiendo cada día más niñas embrujadas y nuevos implicados, hasta alcanzar el sorprendente número de 141 acusados.
Finalmente, 20 de ellos fueron ejecutados y cinco fallecieron en prisión. Cuatro años después del juicio, los jurados que dictaron sentencia firmarían una confesión de error, en la que achacaban su actuación al miedo y la histeria desatados desde la primeras acusaciones.
LA AUTORA: MARÍA MAR MARÍN MERINO
©Mar B.P.I.M.
En el mes de enero, Betty Parris, la hija del pastor Samuel Parris y Abigail, sobrina del religioso, presentaron un caso de extraña conducta, con gritos, arrojando cosas, poniéndose en extrañas posiciones y hablando en jerigonza.
Otra chica, llamada Ann Putnam, proveniente de la familia más influyente del pueblo, también presentó el mismo comportamiento.
Un doctor del lugar diagnosticó que las acciones eran causadas por fuerzas sobrenaturales.
A finales de febrero, las chicas dijeron que tres mujeres eran las causantes de su mal: Tituba, una esclava del Reverendo Parris; Sarah Osborne, una mujer mayor; y Sarah Goode, una desamparada y mendiga.
El primero de marzo, las tres mujeres fueron interrogadas durante días. Osborne y Goode se declararon inocentes, no así Tituba. Las tres fueron detenidas en la cárcel. La hija de Goode, de cuatro años, también fue interrogada y llevada a la cárcel junto a su madre.
Poco a poco la conducta extraña se manifestó en mayor número de niñas y adolescentes, quienes afirmaron la existencia de brujas que volaban en el mango de escobas, presencia de espectros y acusaron a varios residentes de crímenes y pactos con el diablo.
Aquellos que criticaban los juicios, y tenían dudas de la veracidad de las acusaciones eran acusados a su vez y en algunos casos colgados en la horca.
Los juicios se basaban en supuestos testimonios sin pruebas, hasta que el gobernador de Massachusetts William Phips regresó de un viaje a Inglaterra y nombró a una nueva corte para escuchar los casos de brujería.
El juez principal de la corte fue William Stoughton, conocido como cazador de brujas.
JUICIOS:
Los juicios de las brujas de Salem que ocurrieron entre 1692 y 1693, en los condados de Suffolk, Essex, Middlesex en la colonia de Massachusetts fueron provocados por la histeria colectiva, los celos y las disputas de propiedades. Más de una docena de los condenadas fueron colgadas basándose en pruebas poco fiables de niñas que probablemente estaban aburridas y celosas de aquellos a quienes acusaron. Muchas de las otras brujas condenadas fueron indultadas por el gobernador William Phips.
Los juicios de las brujas de Salem fueron una serie de procedimientos judiciales para determinar si las acusadas eran culpables o inocentes de brujería. Varias muchachas, comenzando por Betty Parris y Abigail Williams, comenzaron a tener ataques de llantos y contorsiones corporales. Nunca se encontró evidencia física ni médica alguna que pudiese explicar estos ataques. Como Betty, Abigail, y muchas otras jóvenes en diferentes condados no pudieron encontrar ninguna razón para sus ataques, acusaron a los vecinos, sirvientes, y muchos otros de afligirlas por medio de la brujería. Estas alegaciones iniciales fueron el comienzo de lo que hoy conocemos como los juicios de las brujas de Salem.
Las primeras acusaciones de brujería que llevaron a los juicios de las brujas de Salem comenzaron en febrero de 1692. Las tres primeras mujeres que fueron acusadas, Sarah Goode, Osborne Sara, y Tituba, fueron interrogadas el primero de marzo de 1692 y enviadas a la cárcel. Durante marzo de 1692, cuatro mujeres más serían acusadas de brujería y encarceladas en espera de una audiencia. En abril de 1692, se realizaron 24 arrestos. Sólo una persona fue liberada cuando los acusadores se negaron a afirmar que los había aquejado. El 27 de mayo de 1692, fue creado un tribunal especial de Oyer y Terminer para atender los casos de las brujas encarceladas y acusadas. El 2 de junio de 1692, este tribunal especial se reunió y empezó a oír los casos. Cinco mujeres fueron ejecutadas, incluyendo a Sarah Goode, el 19 de julio de 1692. El tribunal especial fue desestimado en octubre de 1692, aunque los juicios continuaron. A fines de abril de 1693, los últimas cinco acusadas fueron juzgadas y declaradas inocentes, poniendo fin a los juicios.
EFECTOS:
Debido a las acusaciones de brujería contra cientos de puritanas de Massachusetts, así como una esclava india, más de 150 personas fueron detenidas y encarceladas. Además, 29 personas fueron condenadas por brujería, que era un delito grave en ese momento. De los condenados, 19 fueron ahorcadas en Gallows Hill por ser brujas, y dos perros fueron asesinados como cómplices de la brujería. Un hombre de edad avanzada, Giles Corey, murió aplastado por las piedras como una forma de inducirlo a declarar, lo que se negó a hacer. Luego de dos días de tener piedras amontonadas en la parte superior de su pecho, Corey murió.
IMPORTANCIA:
Es importante entender lo que pasó en los juicios a las brujas de Salem para entender cómo sucedió. Una histeria colectiva a la brujería creó las condiciones para que cualquier hombre, mujer o niño pudiera acusar a un conciudadano de brujería y de arruinar o poner fin a sus vidas. Más importante quizás es que los magistrados se basaban en escasas evidencias para condenar a los acusados. Algunos funcionarios alertaron del uso de sólo «evidencia espectral» para condenar, pero la mayoría de los acusados fueron declarados culpables de esta forma. La evidencia espectral que se utilizó incluyó apariciones que tenía el acusador, así como las pruebas de tacto y pasteles de brujas. También debe tenerse en cuenta que cuando el gobernador Phips obligó a la corte a excluir la evidencia espectral, 28 de los últimos 33 acusados fueron absueltos.
HISTORIA:
La historia de las brujas de Salem empieza en el invierno de 1692, cuando una de las hijas de Samuel Parrish, el nuevo reverendo, cae enferma. Sufre terribles convulsiones, tiene una alta fiebre y grita incoherencias. Nadie sabe qué le pasa, y la única explicación que se encuentra está en un libro, ‘Memorable Providences’, del reverendo Cotton Mather, que cuenta el caso de brujería de una lavandera en Boston con los mismos síntomas que la hija de Parrish.
Poco después, más chicas jóvenes, y algunos chicos, enferman también en la localidad. Se quejan de que sienten como mordeduras y picaduras en la piel y también hablan en idiomas que nadie entiende y se retuercen en contorsiones que, a los ojos de los habitantes de Salem, parecen diabólicas. Para complicarlo todo más, Parrish tiene un esclavo, Tituba, que se trajo de Barbados, y que entretiene a las niñas con cuentos de vudú y leyendas de su tierra. Como los extraños síntomas de las chicas no consiguen sanarse, ni explicarse, se recurre a la única solución que les cabe en la cabeza a los próceres locales: todo aquello es obra del diablo. Entre ellos tiene que haber brujas escondidas.
¿El resultado? Entre junio y septiembre de 1692, catorce mujeres (con edades comprendidas entre cinco y casi 80 años), cinco hombres y dos perros fueron encontrados culpables de brujería y ahorcados por ella. La colonia se sumió en la histeria y la paranoia, con familiares delatando a sus propias esposas, madres e hijas y cientos de personas siendo acusadas, sin pruebas reales, de ser servidoras del diablo. Y en otoño, todo aquel revuelo cesó.
DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE UNA BRUJA:
Puede resultar complicado hacernos una idea del terror que inspiraban las brujas en la Nueva Inglaterra del siglo XVII, un terror que los colonos se habían llevado con ellos desde su Inglaterra natal. El estado mental de esas personas con su meticulosa reconstrucción de la época, de la oscuridad total de las noches y el frío glacial del invierno, de lo crucial que era tener una cosecha y el drama que representaba que enfermaran los animales de granja.
The New Yorker publicó el año pasado un amplio reportaje sobre los juicios por brujería de Salem que describía cómo era el ambiente en aquella colonia, formada por hombres y mujeres que utilizaban las Sagradas Escrituras para justificar, explicar y gobernarlo todo, que se encontraban en una tierra extraña, con pueblos construidos al borde de espesos y desconocidos bosques y sumidos en guerras constantes contra las tribus nativas del lugar.
Los puritanos que se embarcaron en el Mayflower rumbo a América, y huyendo de la discriminación en su país, llevaban con ellos no sólo su fe absoluta y total en Dios, sino la creencia medieval de que cualquier fenómeno natural inexplicable era un castigo divino, y cualquier dolencia del cuerpo que no pudiera curarse con ungüentos o la oración era diabólica. Además, hay que tener en cuenta que la posición de las mujeres en aquellas épocas era de sumisión completa al hombre, dedicada sólo a las labores domésticas y del campo y a la crianza de los hijos. Se consideraba que eran débiles de espíritu y constitución (llegó a celebrarse un concilio en el que se debatió si las mujeres tenían alma), así que si aparecía alguna mujer que se salía de lo que se consideraba aceptable, era inevitable que acabara considerada una bruja con poderes sobrenaturales.
¿QUÉ ERAN ENTONCES LAS BRUJAS DE SALEM?
El caldo de cultivo en Salem estaba listo para que se desatara la paranoia y la histeria. El dificilísimo y muy frío invierno, el miedo constante a un ataque de los indios o de los animales salvajes del bosque, el clima de superstición y extrema religiosidad, incluso la opresión a la que se veían sometidas, sobre todo, las mujeres del lugar eran terreno abonado para que, si varias chicas empezaban a mostrar síntomas extraños, se pensara enseguida que era cosa de brujería.
Ha habido varios estudios que han intentado explicar, teniendo en cuenta los testimonios dados en los juicios de 1692, qué podía ocurrir con todos aquellos jóvenes que se pensaba que estaban poseídos por el diablo o bajo el influjo de una bruja. Investigadores actuales apuntan, por ejemplo, a enfermedades mentales, situaciones de abuso constante de los niños, la influencia del sistema de creencias de la época.
TERMINAN LOS JUICIOS:
Pero la élite más culta de la colonia comenzó a dar muestras de incomodidad ante la creciente histeria y el aumento de las acusaciones a personas a todas luces respetables. Comenzaron a surgir publicaciones que ponían en duda el procedimiento, como la obra de Increase Mather titulada America’s first tract on evidence en la que se afirmaba que era mejor tener brujas fuera de la cárcel que inocentes castigados injustamente. Asimismo el reverendo de Boston Samuel Willard, muy respetado, circuló la idea de que el Diablo en ocasiones construía espectros de personas sin el consentimiento de estas.
Finalmente el gobernador excluyó los testimonios basados en visiones espectrales, con lo que las “pruebas” contra los restantes acusados quedaron sin efecto.
Les fue otorgada la libertad y se reconocieron los errores de los juicios.
QUÉ PASÓ DESPUÉS:
Uno de los jueces, Samuel Sewall hizo una confesión de culpabilidad. Varios testigos dijeron que habían actuado impulsivamente.
El principal promotor de los juicios y ahorcamientos, el juez Stoughton, se mantuvo firme y nunca se arrepintió. Fue el próximo gobernador de la colonia.
TEORÍAS Y POSIBLES EXPLICACIONES:
Diferentes han sido las teorías para explicar este episodio. Lo que se consideró un caso de brujería, con el paso del tiempo ha dado lugar a otras interpretaciones. Una de las que cobran más fuerza, y que sostienen algunos investigadores, explica lo sucedido en Salem como una consecuencia del ergotismo. Esta enfermedad, que asoló a poblaciones rurales europeas en la Edad Media, la causa el cornezuelo del centeno, un hongo relacionado históricamente con brujería y toda clase de misterios y leyendas.
Claviceps purpurea –su nombre científico– crece en las espigas del centeno y ha estado presente en el imaginario de muchas comunidades. Durante siglos los campesinos se esforzaron en evitar que aquel espolón negruzco se mezclase con el grano en las cosechas del cereal. Si no lo conseguían, el hongo acababa mezclado con la harina, se incorporaba al pan y era ingerido, provocando la intoxicación. Alucinaciones, delirios, convulsiones e incluso en ciertos casos gangrena eran algunos de los síntomas asociados. Ello se debe a que este organismo contiene alcaloides, unos compuestos químicos orgánicos que, al ser consumidos, tienen efectos sobre el cerebro y el sistema circulatorio que producen esa llamativa sintomatología.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: El cornezuelo, de color negruzco, crece entre las espigas del cereal / Dominique Jacquin / Wikipedia)
El cornezuelo ejemplifica esa “leyenda negra” que, según la investigadora del CSIC María Teresa Tellería, ha rodeado a los hongos a lo largo de la historia. En el caso de los juicios de Salem, la hipótesis es que la ingesta del hongo habría provocado en una parte de la población delirios y convulsiones que, de forma consciente o no, se utilizaron para acusar de brujería a los afectados o a quienes supuestamente les ‘embrujaron’.
Tellería considera que estas y otras anécdotas remiten a esa relación de amor-odio que mantenemos los humanos con los hongos, “unos organismos muy mal conocidos e interpretados”, señala. “Cuando se habla de ellos, todo el mundo piensa en su lado gastronómico. Eso es confundir una pequeña parte con el todo”, añade.
(FOTOGRAFÍAS SUPERIORES: MUSEO DE LAS BRUJAS DE SALEM)
Junto a su vertiente culinaria, el otro aspecto que más atención despierta es la toxicidad de algunas especies. Pero en este punto también reina la confusión. Aunque existen pocas que sean venenosas mortales, en general “tenemos una idea muy maniquea de los hongos”, afirma. “Parece que solo los hay buenos y malos, los demás no existen, cuando los comestibles y venenosos son un porcentaje muy pequeño de las 100.000 especies hoy conocidas”, explica.
El propio cornezuelo refleja los peligros de una excesiva simplificación. Aunque puede provocar ergotismo, sus alcaloides también han tenido y tienen usos farmacológicos y terapéuticos. Por ejemplo, por su potente efecto vasoconstrictor se ha utilizado contra las migrañas y para tratar las hemorragias post-parto.
Para rematar los malos entendidos en torno a estos organismos, Tellería, que trabaja como micóloga en el Real Jardín Botánico del CSIC, recuerda otro error habitual: identificar los hongos con plantas. Tanto es así que incluso el diccionario de la RAE patina. “Los describe como plantas talofitas sin clorofila, cuando constituyen un reino independiente más emparentado con los animales. Es lo mismo que afirmar que las ballenas son peces o que los murciélagos son pájaros”, concluye la investigadora.
FDO: MARÍA MAR MARÍN MERINO
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